La ruta del aventurero by Pío Baroja

La ruta del aventurero by Pío Baroja

autor:Pío Baroja [Baroja, Pío]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1916-10-01T05:00:00+00:00


XI

EN MEMORIA DE BURTON

EL paquebote había entrado en Burdeos. El día, de mayo, estaba espléndido; el sol, brillante. Hacía un ligero vientecillo del norte. Como no llevaba equipaje salí inmediatamente del barco, fui a la terraza de un café y estuve contemplando la gente que pasaba y el movimiento del puerto. Sentí cierta soñolencia y hubo un momento en que cerré los ojos y estuve desvariando. Creí encontrarme entre mis amigos de Londres y que interpelaba a Burton, que me escuchaba muerto y sonriendo.

J.H. Thompson pone aquí el discurso que dirigió a la sombra de su amigo, que aunque no viene muy a cuento lo insertamos:

—¡Qué error el de suprimirse así del mundo de los vivos! —le dice a su amigo—. ¡Qué error, querido Burton. Habiendo este sol y este aire puro, y este cielo azul, surcado por nubes blancas, y estas gentes que van y vienen, y estas extrañas apariencias de la Cosa en sí! ¡Qué error, amigo Burton, el suprimirse!

Oh, no; yo no te diré que estos hombres valgan la pena de ser hablados, ni que estas mujeres sean Ofelias románticas y puras, no. Es posible que la mayoría de todos ellos sean ganado vacuno, o quizá de cerda; pero ¡qué cielo!, ¡qué luz! ¡Cómo se siente la sangre que circula por las venas!

¡Qué error, amigo Burton, el de suprimirse!

No, yo no trataré jamás de convencerte de que el amor y la fraternidad humana nazcan con tanta facilidad como las algas en el mar, ni que la amistad pura sea una cosa corriente. Yo reconozco, de buen grado, como tú, que la mayoría de los hombres somos egoístas y bestias, ¿pero qué duda cabe de que los hay inteligentes y buenos?

Ciertamente, yo no creo en las grandes palabras; soy nihilista de todos los nihilismos, y ateo de todos los ateísmos; pero, aun así, amigo Burton, ¡qué error más grande el de suprimirse!

Verdad que todo lo que nos rodea es fugitivo, es inasible; pero nos queda el momento, ¡el minuto! ¡Cosa admirable!

Sí; quizá las grandes palabras se encuentran un poco vacías; pero en cambio las pequeñas, ¡qué llenas están!

Una conversación agradable, una mujer bella que pasa, una bocanada de aire puro de un día de verano, un libro entretenido…

—¡Qué error, amigo Burton, el de suprimirse!

Tú afirmarás que nuestra vida no es nada, que un guiño de una estrella representa más que todas las existencias humanas.

Yo te contestaré que la grandeza y la pequeñez son ideas relativas, y que los soles de la Vía Láctea y los rayos de Sirio o de Aldebarán son menos trascendentales para ese señor que pasa y para mí que la lámpara que se nos apaga por la noche.

Sí, amigo Burton; ese infinito del Universo que tanto te preocupaba es, después de todo, un infinito de negaciones, y esas nebulosas de estrellas no deben tener más importancia para nosotros que las nubes de chispas que salen de una fragua.

Tú me dirías, bajando a la vida fisiológica, que cuando el engranaje de nuestras ruedas interiores chirría, todo es molestia y dolor.



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